Por
Santiago Abel
Nos
cruzamos al Principito, ese que viene del asteroide. Estaba con mis amigos,
íbamos para la reapertura de Pura Vida. El Principito estaba medio perdido.
Nosotros, como siempre, nos hicimos los copados y lo invitamos al recital. El
pibito se prendió de toque, se ve que tenía altas ganas de fiesta.
Llegamos.
Recién empezaba todo y todavía no explotaba de gente. Pasaban música. Olga
apareció con dos birras. El Principito, cagado de sed, las tomó como si fuese
Coca-Cola. El gordo Luis me dijo “mirale el culo todo parado al Principito, me
lo cojo todo.” Siempre se hace el macho el gordo y después se lo empoman.
Hablaba al pedo, Olga ya estaba arrinconada metiéndole mano por todos lados al
Principito.
Empezó
a tocar Leo García. Reírme más, lo que más quiero es reírme más. En el bar
estaban todos duros, menos nosotros que no habíamos pegado merca. El gordo
compró un par de fernets. Nos gastamos todo, no nos importó nada. Olga no
paraba de manosearle el bulto al Principito. Lucho se puso super denso. Dale,
dale, nos sumamos, hoy es la reapertura del Pura, tiene que salir alguna
fiestita. Bailamos a pleno. Leo García ya no cantaba, se quedó dormido en una
silla y unos flacos le metían una bombilla por la nariz. Él no hacía nada,
estaba reventado. Nos quedamos sin guita. “Ya fue, vayamos a cogernos al
Principito.” Luis estaba con la idea fija, pesadísimo.
Terminamos
todos en la casa de Olgui que vive ahí, cerca. Estaba por salir el sol. Lucho
medio apurado le sacaba toda la ropa al Principito. Usaba un slip rojo todo
gastado. Olga, en tetas, buscaba el picador para armar un faso. Puse música.
Cuando quedó al aire la chota del Principito todos la miramos. Era enorme, como
la de un caballo. El gordo se la empezó a chupar, siempre hacía lo mismo, con
Olgui ya nos acostumbramos. Lucho gozaba y gritaba como una puerca. Creo que
eso fue lo que más me calentó. Con Olga nos empezamos a besar, le metí la mano,
despacito. Tiene una conchita hermosa. Dije “no se por qué no garchamos
más”,“porque sos tremendo mariconazo” me respondió.
A
la mañana siguiente nos despertamos cagados de frío. El Principito no estaba
más. La ventana que da a la calle estaba totalmente abierta, como entregada al
cielo. Seguro se había ido por ahí, volando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario